Por mucho tiempo deseábamos que las personas se guardaran en la quietud de sus casas con el fin de analizar un poco sobre la razón de la Semana Santa, a los que tomaban este tiempo para vacacionar el ánimo se les fue abajo al saber que no habría posibilidad alguna de salir de la ciudad, ir a la playa u otros lugares de esparcimiento social.
Llegó el momento en que las personas sí van a hacer lo que debieron hacer hace mucho, llegó el momento que estábamos esperando y quiera Dios que lo aprovechen en cosas valiosas como por ejemplo meditar en El Señor, su pasión, muerte y resurrección.
La Semana Santa es la conmemoración de los últimos días de Jesús sobre la tierra, donde Judas lo traiciona, Jesús parte el pan con sus discípulos, después lo arrestan y es llevado ante un concilio, Pedro niega conocerle, luego es enviado ante Pilato, lo sentencian a muerte, lo crucifican y posteriormente es sepultado.
No es coincidencia que esta Semana Mayor transcurriera al mismo tiempo que la Cuarentena, Dios nos está hablando y es necesario que le escuchemos, reflexionemos en el dolor que sintió el Señor al encontrarse abandonado por su padre al llevar el pecado de todos nosotros.
Él mismo cargó nuestros pecados sobre su cuerpo en la cruz, para que nosotros podamos estar muertos al pecado y vivir para lo que es recto. Por sus heridas, ustedes son sanados. 1 Pedro 2:24 (NTV)
El inocente cordero de Dios dio su vida, padeció lo que nadie jamás ha padecido en la historia, se hallaba desconsolado y triste hasta la muerte. No nos limitemos al dolor físico, el Señor además de ser Dios, era humano y tenía un peso emocional, que solo el Padre podría describir.
La ira de Dios cayó sobre su propio hijo para luego justificarnos en él, esta Semana Santa que también es Cuarentena, nos da la oportunidad para recapacitar, pensar sobre cada uno de los padecimientos del Señor que injustamente le llevaron a la cruz.
Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido. Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Isaías 53:4-5
Tenía que morir para luego volver a vivir y cumplir su promesa de que al tercer día resucitaría, Cristo venció la tumba fría, se efectuó lo que le había dicho a los discípulos. La muerte no le pudo contener y aunque hayamos leído sobre esto es una verdad que debemos mirar cada vez más como nueva.
El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. Y hallaron removida la piedra del sepulcro; y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. San Lucas 24:1-3