Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. 1 Tesalonicenses 4:16
Todos en algún momento vamos a ver partir a personas que son muy amadas por nosotros y eso nos causará un sufrimiento que solo se puede aliviar con la ayuda del Señor y en el poder de su fuerza. No es de un día para otro que un corazón herido sana, pero hay algo que tenemos que nos da esperanza y es que en Cristo hay vida después de la muerte.
Algunos cristianos citan el pasaje de Filipenses que dice porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia. Pero cuando se topan con la realidad de la muerte obtienen en algunos casos otra postura frente a esta verdad. ¿Si morir en Cristo es mucho mejor por qué lloramos? ¿Por qué nos entristecemos? ¿Por qué en el momento del dolor nos cuesta reconfortarnos con facilidad?
Sería inhumano no llorar, no conmoverse o sentirse triste, es lo natural ante la pérdida de un ser amado. El mismo Jesús lloró ante la muerte de su amigo Lázaro aun sabiendo que lo iba a resucitar. Juan 16:33 Jesús lloró. Lloramos y nos sentimos tristes pero no como aquellos que no tienen esperanza.
El hijo de Dios al saber que iba a morir se sintió triste aun teniendo la certeza que el Padre lo iba a levantar de entre los muertos. Y tomando a Pedro, y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse y a angustiarse en gran manera. Mateo 26:37. Así mismo nos sentimos nosotros cuando perdemos a una persona que queremos aun conociendo que Dios lo va a resucitar en el día postrero.
Nuestra esperanza está basada en que Cristo resucitó de los muertos y de la misma manera resucitará a aquellos que creyeron en Él. Porque si no hay resurrección de muertos tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, vana es también vuestra fe. 1 Corintios 15:13-14
He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta; porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles, y nosotros seremos transformados. 1 Corintios 15:51-52
Estas promesas por más desconsolados que estemos nos deben de alentar, nos deben llenar de esperanza, porque la separación física resultará provechosa cuando nuestros cuerpos mortales sean transformados a un cuerpo de gloria, que no perecerá jamás, de lo corruptible a lo incorruptible, de lo finito a lo eterno, de lo mortal a lo inmortal. Gloria al Señor por esa bendita esperanza que vivifica y reconforta al alma acongojada.
Nuestra vida no termina en signo de interrogación porque tiene un final admirable que por los afanes de este mundo solemos olvidar. El final que vemos aquí es solo el comienzo allá. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, no habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron. Apocalipsis 21:4
No olvidemos sus promesas acerca de nuestro futuro eterno en el cielo y nuestra peregrinación en la tierra. Dios nos proveyó a través de Cristo la vida que gozaremos después de la muerte. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos (los muertos en Cristo) en la nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras. 1 Tesalonicenses 4:17-18